Si bien todo este mes de junio está dedicado al Sagrado
Corazón de Jesús, este pasado 23 de junio celebramos en todo el mundo la
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Esta devoción no es sino una forma
especial de devoción a Jesús.
Este culto se basa en el pedido del mismo Jesucristo en sus
apariciones a Santa Margarita María de Alacoque. Él se mostró a ella y
señalando, con el dedo, el corazón, dijo: “Mira este corazón que tanto ha amado
a los hombres y a cambio no recibe de ellos más que ultrajes y desprecio. Tú,
al menos ámame”. Esta revelación sucedió en la segunda mitad del siglo
diecisiete.
El corazón de Jesús significa amor en su máximo grado;
significa amor hecho obras; significa impulso generoso a la donación de sí
mismo hasta la muerte.
Cuando Cristo mostró su propio corazón, no hizo más que llamar nuestra atención distraída sobre lo que el cristianismo tiene de más profundo y original; el amor de Dios. También durante este mes nos llama nuevamente a nosotros: ¡Mirad cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!
Cuando Cristo mostró su propio corazón, no hizo más que llamar nuestra atención distraída sobre lo que el cristianismo tiene de más profundo y original; el amor de Dios. También durante este mes nos llama nuevamente a nosotros: ¡Mirad cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!
El objeto mismo de la devoción exige un acto apropiado, si
se considera que la devoción al amor de Jesús por nosotros debe ser, antes que
nada, una devoción al amor a Jesús. Su característica debe ser la reciprocidad
del amor; su objeto es amar a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más
aún, habida cuenta que el amor de Jesús se manifiesta al alma devota como
despreciado y airado, sobre todo en la Eucaristía, el amor propio de la
devoción deberá manifestarse como un amor de reparación. De ahí la importancia
de los actos de desagravio, como la comunión de reparación, y la compasión por
Jesús sufriente. Mas ningún acto, ninguna práctica, puede agotar las riquezas
de la devoción al Sagrado Corazón. El amor que constituye su núcleo lo abraza
todo y, entre más se le entiende, más firmemente se convence uno de que nada
puede competir con él para hacer que Jesús viva en nosotros y para llevar a
quien lo vive a amar a Dios, en unión con Jesús, con todo su corazón, su alma y
sus fuerzas.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús conduce a la
adoración eucarística
Es lamentable pero no amamos a Dios tal como Él lo espera:
“con todo nuestro corazón. Con toda nuestra alma. Con toda nuestra mente y con
todas nuestras fuerzas” (Mc 12,30).
He aquí, pues, el sentido y la actualidad de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús. A este tan enfermo corazón moderno contraponemos el corazón de Jesús, movido de un amor palpable y desbordante. Y le pedimos que una nuestro corazón con el suyo, que lo asemeje al suyo. Le pedimos un intercambio, un trasplante de nuestro pobre corazón, reemplazándolo por el suyo, lleno de riqueza.
¡Que tome de nosotros ese egoísmo tan penetrante, que reseca nuestro corazón y deja inútil e infecunda nuestra vida! ¡Que encienda en nuestro corazón el fuego del amor, que hace auténtica y grande nuestra existencia humana!
Debiéramos juntarnos también con la Santísima Virgen María. Ella tiene tan grande el corazón que puede ser Madre de toda la humanidad. ¡Que, con cariñoso corazón maternal, ella nos conduzca en nuestros esfuerzos hacia un amor de verdad, sin egoísmo y sin límites!
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
He aquí, pues, el sentido y la actualidad de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús. A este tan enfermo corazón moderno contraponemos el corazón de Jesús, movido de un amor palpable y desbordante. Y le pedimos que una nuestro corazón con el suyo, que lo asemeje al suyo. Le pedimos un intercambio, un trasplante de nuestro pobre corazón, reemplazándolo por el suyo, lleno de riqueza.
¡Que tome de nosotros ese egoísmo tan penetrante, que reseca nuestro corazón y deja inútil e infecunda nuestra vida! ¡Que encienda en nuestro corazón el fuego del amor, que hace auténtica y grande nuestra existencia humana!
Debiéramos juntarnos también con la Santísima Virgen María. Ella tiene tan grande el corazón que puede ser Madre de toda la humanidad. ¡Que, con cariñoso corazón maternal, ella nos conduzca en nuestros esfuerzos hacia un amor de verdad, sin egoísmo y sin límites!
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
________________________________________________________________________________
http://es.catholic.net/op/articulos/23443/cat/304/el-sagrado-corazon-de-jesus-y-nuestro-corazon.html
Comentarios
Publicar un comentario