San Luis María
Grignon de Montfort
(1716)
"A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy
devoto de la Virgen María".
- San Luis de Montfort
"Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es".
SU VIDA
Es el fundador de los padres Montfortianos y de las Hermanas
de la Sabiduría. Nació en Montfort,
Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijosDesde muy joven fue
un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos
ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio
por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la
imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del
templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le
brillaban con un fulgor especial.
Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy
práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos
harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle
un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: "Mire, señor: los alumnos
hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero,
pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que
falta?". El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.
El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy
violento. Los psicólogos dicen que si Montfort no hubiera sido tan
extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico,
déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio
padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la
amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis.
Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en
sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y
esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea
incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre
la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y
desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.
Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar
al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí
sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en
mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.
Luis Grignon de Montfort será un gran peregrino durante su
vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a
un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis
se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en
Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas,
sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él
no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le
atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlas con sus dos grandes
amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.
Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y
durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido
y su refugio.
San Luis Maria de MonfortMontfort dedicó todas sus grandes
cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para
convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después
de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera
muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era
como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a
Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a
los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: "¿Aman a Nuestro
Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si
es tan santo?".
Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el
pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las
conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba
a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito:
"Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre
Santísima". No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni
a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al
diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el
crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como
formidables defensores.
A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la
eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se
convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió
muy amablemente y le concedió el título de "Misionero Apostólico",
con permiso de predicar por todas partes.
En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una
cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en
todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Esto no
se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir
casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta
teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Montfort
decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y
comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes.
Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: "El discípulo no es
más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas,
así os tratarán a vosotros". Y nuestro santo se alegraba porque con las
persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.
Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se
pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que "donde la Madre
de Dios llega, no hay diablo que se resista". Las personas que habían sido
víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les
hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la
eficacia para sus predicaciones.
San Luis de Montfort fundó unas Comunidades religiosas que
han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Montfortianos (a cuya comunidad
le puso por nombre "Compañía de María") y las Hermanas de la
Sabiduría.
Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años,
agotado de tanto trabajar y predicar.
ORACIÓN
San Luis Grignon de Montfort, ruega a la Virgen Santísima
que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen
a hacer y a amar más y más a Jesús.
Sobre la tumba de San Luis de Montfort dice:
¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a
quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María
Grignon Montfort.
¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su
penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más
ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y
enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue
padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.
Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió,
murió.
Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.
(Extraído de http://www.ewtn.com/spanish/saints/Luis_Monfort_4_28.htm)
¡¡Un cordial saludo a toda la Legión de María en este día!!
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